The Crib
Casi unos 20 años, fueron los que viví en mi casa. Y más de 30 tiene la casa. Esquinera, con jardín externo, patio, cocina, 2 salas, muchos cuartos, baños, garaje, lavadero. Grande y conservada. Ahí crecieron muchas generaciones, pero una sola familia. Distintas épocas y claro, así mismo, destinos diferentes.
Me crié acompañado por los de la Generación X quienes podemos decir que tuvimos vida de barrio y conocimos a nuestros amigos montando bicicleta y timbrando en sus casas. Cada uno sufrió un proceso similar al mío, pero yo soy el último en despedirme del barrio y hoy de mi casa.
Los recuerdos
¡Cómo se extrañan los 90's!
Subir al techo de las casas y lanzar huevos a los carros, escalar los árboles y comer cerezas, pasear por los parques, jugar a las escondidas, motar en bicicleta y pararla en dos llantas, las fiestas en las casas de los amigos con sandwich y gaseosa, los partidos de fútbol, de kickball (baseball pero con el balón), bajar corriendo por los rodaderos en vez de deslizarse, tocar varilla en los columpios, lanzar martillos (pólvora) a los garajes de edificios. Vestirnos todos con los mismos colores de Convers, y muchas otras cosas más que llevaré por siempre en mi mente.
Pasadena, mi barrio y el lugar donde viví mi infancia y mi adolescencia. Dónde hice lo que quise y donde crecí lleno de espacio y libertades. Lastimosamente como es natural, todo tiene un final. Y es por eso que hoy me despido de mi hogar. Después de 28 años de vivir en mi casa, toca decirle adiós. Los edificios se devoraron el barrio y sólo quedan unas pocas casas a nuestro alrededor. Por un lado, es bueno cambiar, pero decir adiós a todos esos rincones que un día fueron los cómplices de cada uno de nuestras travesuras, da tristeza.
Es una mezcla de sentimientos. Por un lado, me siento feliz porque se cambiará de ambiente. Pero el otro, se deja atrás muchos recuerdos bonitos y en especial, el placer de correr por toda la casa con la música a todo volumen si que nadie te moleste. Acostarse en el jardín a mirar el cielo, tomar el sol, patear el balón contra la pared... muchas cosas. Esas paredes guardan secretos que quedarán enterrados para siempre, un día reconfortaron nuestras tristezas y alegrías y nos ocultaron cuando quisimos apartarnos del mundo exterior.
Hoy le digo adiós y gracias, porque más allá de ser una casa fue mi hogar. El sitio donde crecí y me formé. Desde lejos te despido, pero siempre te llevaré la imagen de como eras y no de lo que serás. Porque cuando seas edificio, ya no serás lo que fuiste, pero seguro de ahora en adelante construirás hisoria para los que llegan.
Hasta siempre...
Casi unos 20 años, fueron los que viví en mi casa. Y más de 30 tiene la casa. Esquinera, con jardín externo, patio, cocina, 2 salas, muchos cuartos, baños, garaje, lavadero. Grande y conservada. Ahí crecieron muchas generaciones, pero una sola familia. Distintas épocas y claro, así mismo, destinos diferentes.
Me crié acompañado por los de la Generación X quienes podemos decir que tuvimos vida de barrio y conocimos a nuestros amigos montando bicicleta y timbrando en sus casas. Cada uno sufrió un proceso similar al mío, pero yo soy el último en despedirme del barrio y hoy de mi casa.
Los recuerdos
¡Cómo se extrañan los 90's!
Subir al techo de las casas y lanzar huevos a los carros, escalar los árboles y comer cerezas, pasear por los parques, jugar a las escondidas, motar en bicicleta y pararla en dos llantas, las fiestas en las casas de los amigos con sandwich y gaseosa, los partidos de fútbol, de kickball (baseball pero con el balón), bajar corriendo por los rodaderos en vez de deslizarse, tocar varilla en los columpios, lanzar martillos (pólvora) a los garajes de edificios. Vestirnos todos con los mismos colores de Convers, y muchas otras cosas más que llevaré por siempre en mi mente.
Pasadena, mi barrio y el lugar donde viví mi infancia y mi adolescencia. Dónde hice lo que quise y donde crecí lleno de espacio y libertades. Lastimosamente como es natural, todo tiene un final. Y es por eso que hoy me despido de mi hogar. Después de 28 años de vivir en mi casa, toca decirle adiós. Los edificios se devoraron el barrio y sólo quedan unas pocas casas a nuestro alrededor. Por un lado, es bueno cambiar, pero decir adiós a todos esos rincones que un día fueron los cómplices de cada uno de nuestras travesuras, da tristeza.
Es una mezcla de sentimientos. Por un lado, me siento feliz porque se cambiará de ambiente. Pero el otro, se deja atrás muchos recuerdos bonitos y en especial, el placer de correr por toda la casa con la música a todo volumen si que nadie te moleste. Acostarse en el jardín a mirar el cielo, tomar el sol, patear el balón contra la pared... muchas cosas. Esas paredes guardan secretos que quedarán enterrados para siempre, un día reconfortaron nuestras tristezas y alegrías y nos ocultaron cuando quisimos apartarnos del mundo exterior.
Hoy le digo adiós y gracias, porque más allá de ser una casa fue mi hogar. El sitio donde crecí y me formé. Desde lejos te despido, pero siempre te llevaré la imagen de como eras y no de lo que serás. Porque cuando seas edificio, ya no serás lo que fuiste, pero seguro de ahora en adelante construirás hisoria para los que llegan.
Hasta siempre...
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